El Papa Juan XII fue elegido el 16 de diciembre 955 y murió el 14 de mayo 964. Tiene la reputación de ser uno de los peores papas de la Iglesia.
Juan XII se acostó con prostitutas y su padre llegó a la altura de mantener relaciones con su propia madre. Juan XII cortejaba a sus amantes con cálices de oro, verdaderas reliquias sagradas de la iglesia de San Pedro. Entre sus males se cuenta haber cegado a un cardenal y haber castrado a otro, causando su muerte. Juan XII se apoderaba de las ofrendas realizadas por los peregrinos que más tarde apostaba en juegos. En esas competiciones, el propio papa acostumbraba a evocar los dioses paganos para tener suerte con los dados.
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Juan XII estaba provocando estragos al papado y al Vaticano, superando todos los crímenes y pecados de sus antecesores. Dada la alarma generada, un sínodo fue organizado. Se reunieron todos los obispos italianos, 16 cardenales y otros prelados para decidir qué hacer con el pontífice libertino. Convocaron testimonios y oyeron evidencias sobre el juramento. Entonces, hicieron una lista que añadía todavía más acusaciones a las informaciones bizarras y asustadoras que ya poseían sobre Juan XII. Algunas de ellas fueron escritas en una carta a Juan por el emperador del Sacro Imperio Romano, Otón I de Sajonia.
El Papa Juan, todavía en el exilio en Tibur, respondió a Otón I en términos amenazantes que aterrorizaron a Roma. En caso de que el sínodo lo depusiera, amenazó con excomulgar a todos los involucrados y así no poder celebrar misas o conducir una ordenación. En términos cristianos, ese es el peor castigo que un pontífice puede dar, pues la excomunión significa la expulsión de la Iglesia, perdiendo su protección y arriesgando su espíritu inmortal.
El emperador Otón I no cedió ante la amenaza de excomunión del papa depuesto y puso en su lugar al Papa León VIII sin que Juan tuviera conocimiento del ultraje. Cuando regresó a Roma, en el año 963 d.C., su venganza fue infinitamente peor que su amenaza. Juan XII derrocó al papa León VIII y, en lugar de la excomunión, ejecutó y mutiló a todos los que formaron parte del sínodo. Un obispo tuvo la piel arrancada; el otro tuvo la nariz, dos dedos y la lengua cortada y 63 miembros del clero y de la nobleza romana fueron decapitados.
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