Su testimonio, grabado en este vídeo por el doctor Ken Magid, psicólogo clínico infantil, es terrorífico: La niña no duda en declarar una frialdad impresionante cómo sus padres la tienen que encerrar en su cuarto con llave porque disfruta maltratando a su hermano, y cómo afirma sin tapujos que mataría “a puñaladas con un cuchillo” a sus padres adoptivos por la noche.
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Pero la ira, la maldad y el odio de Beth tenían un motivo.
Cuando tenía un año, su mamá falleció y sufrió los abusos de su padre biológico, solo era un bebé, pero lo recuerda… Este trauma, que en algunos niños que lo han sufrido permanece oculto, emergió en ella en forma de violencia, ella no lo ocultaba: “me hicieron daño y no quiero estar rodeada de personas”.
Según el psicólogo que trató a Beth en su primera fase de terapia:
“Hay niños tan maltratados en los primeros años de vida que no establecen lazos afectivos con otras personas”, ¿La razón?: Estos niños no tienen todavía conciencia de lo que está bien y lo que está mal, ni han desarrollado amor o confianza, por eso hieren o incluso matan sin remordimiento.
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Sus padres adoptivos tenían miedo y ya no sabían cómo podían detener a quienes muchos en la época llamaron “niña endemoniada” o “psicópata” (cosa que Beth no era pero de lo que fue tildada por el mal uso de la palabra): sus actos de violencia iban de mal en peor.
Cogía cuchillos, se masturbaba en público, intentaba literalmente matar a su hermano… Así que no tuvieron más remedio que mandar a Beth a una residencia especial donde van niños muy problemáticos, incluso niños que han matado a familiares, amigos o vecinos, allí especialistas trataron de rehabilitarla, trataron de “construir” de nuevo a Beth, de enseñarle absolutamente todo, incluso a crear una autoestima.
¡Y funcionó!.
Poco a poco, la niña fue mejorando, queriéndose a sí misma, desarrollando la percepción del bien y el mal, comenzó a ir a la iglesia, cantaba en el coro, iba a la escuela pública, daba de comer a los animales, y empezó a mostrar arrepentimiento. Eso quería decir que las cicatrices de su corazón se estaban cerrando, según dijo su terapeuta, Nancy, que más tarde adoptaría a Beth.
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Beth es ahora una comprometida enfermera neonatal que incluso posee un premio de excelencia por su labor, dicen los expertos en su profesión que esta mujer goza de excelentes habilidades clínicas, además de“una paciencia infinita y un increíble sentido del humor, además de que fomenta siempre el crecimiento personal con mucha humildad”.
Beth Thomas es ahora todo un ejemplo y no solo trabaja en el cuidado especial de pacientes sino que viaja por todo el mundo para educar a padres y profesionales sobre cómo cuidar a niños con trastorno reactivo del apego, una condición psiquiátrica que ella personalmente pudo vencer.